viernes, 4 de julio de 2008

HORACIO QUIROGA

se dice que somos dueños del destino . Que somos los que hacemos el camino al andar . Pero sucede que a lado del sendero e incluso en los espejos, encontramos seres que su vida parese manejada terriblemente por fuerzas que no entendemos. Unos aducen que son los Dioses que castigan con ira, e incluso lo mas razonable: que es consecuencia de nuestros actos. Y lo mas dulce que exponemos. Es aquello que son prubas, de un Dios atormentado . Creo que esto es lo mas alentador, pero sea cual fuera la verda; que hoy no intento desifrarlo pero tengo el presentimiento que es algo mas profundo que simples teorías del bien y del mal. Es un peso que acecha y que muchos cargan con mirada silenciosa hasta sonriendo, bailando, teorisando... pero algo oscuro acecha, algo que lo nombramos de distintos modos; con distintas lenguas.y en distintos tiempo, Según nuestro grado de cultura; según la vida que llevamos, pero todos padecemos de ese mal que es la incertidumbre del destino. y esto lo sabe mas que nadies HORACIO QUIROGA que nació en el Salto uruguayo en 1879 y que su vida que como sabemos la tomo en sus cabales como desia Alfonsina Storni en un poema que dedicó a HORACIO QUIROGA

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
así como en tus cuentos, no está mal;
un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.

No se vive en la selva inpunemente,
ni cara al Paraná.
Bien por tu mano firme, gran Horacio...
Allá dirán.

Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreirás...
Allá dirán...

Quiroga vivió marcado por acontecimientos muy trágicos, con apenas tres meses de vida, su inocencia presenció la muerte de su padre de un disparo accidental de su escopeta, al intentar descender de una embarcación . El estampido del arma y el horroroso espectáculo provocaron que Pastora ( su madre) dejara caer al niño, que se golpeó contra las tablas del muelle y casi se cae en las turbulentas aguas.

Estudio en URUGUAY hasta la secundario. Fundó a temprana edad la Sociedad de Ciclismo de Salto y logra la notable hazaña de recorrer en bicicleta las ciudades de Salto y Paysandú.
Por influencia del hijo del dueño empezó a interesarse por la filosofía. Se autodefiniría como "franco y vehemente soldado del materialismo filosófico".
A los 22 años comenzó con sus primeros tanteos poéticos. Meses después descubrió las poesías de Leopoldo lugones y Poe, a los que leyó con fruición y tomó como sus maestros artísticos. Llegaría a ser amigo personal del primero de ellos.En 1898 , el joven poeta conoció a su primer amor, una niña llamada María Esther Jurkovski, que inspiraría dos de sus obras más importantes: Las sacrificadas (1920) y Una estación de amor. Pero los desencuentros provocados por los padres de la joven que reprobaban la relación, debido al origen no judío de Quiroga.

El nefasto año de 1901 deparaba otra espantosa sorpresa para el escritor: su amigo Federico Ferrando, que había recibido malas críticas del periodista montevideano Germán Papini Zas, comunicó a Quiroga que deseaba batirse a duelo con aquél. Horacio, preocupado por la seguridad de Ferrando, se ofreció a revisar y limpiar el revólver que iba a ser utilizado en el duelo. Imprevistamente, mientras examinaba el arma, se le escapó un tiro que impactó en la boca de Federico, matándolo instantáneamente. Quiroga fue detenido, sometido a interrogatorio y posteriormente trasladado a una cárcel correccional. Al comprobarse el accidente, el escritor fue liberado tras cuatro días de reclusión. Pero la culpa por la muerte de su querido compañero llevaron a Quiroga a abandonar el Uruguay para pasar a la Argentina.

Durante un par de años Quiroga trabajó en cuentos, muchos de ellos de terror rural, pero otros en forma de historias para niños pobladas de animales que hablan y piensan sin perder las características naturales. A esta época pertenece El almohadón de plumas.

Se enamora de una de sus alumnas —la adolescente Ana María Cires—, la cual dedicó su primera novela, titulada Historia de un amor turbio. En 1911 Ana María dio a luz a su primera hija, en su casa de la selva y asistida por Quiroga como comadrona. Durante ese mismo añoel escritor fue nombrado Juez de Paz (funcionario encargado de mediar en disputas menores entre ciudadanos privados y celebrar matrimonios, emitir certificados de defunción, etc.) en el Registro Civil. Las tareas de Quiroga como funcionario merecen mención aparte: olvidadizo, desorganizado y descuidado, tomó la costumbre de anotar las muertes, casamientos y nacimientos en pequeños trozos de papel a los que "archivaba" en una lata de galletas. Más tarde adjudicaría conductas similares al personaje de uno de sus cuentos.

Al año siguiente nació su hijo menor, Darío. Quiroga decidió, apenas los niños aprendieron a caminar, ocuparse personalmente de su educación. Severo y dictador, exigía que cada pequeño detalle estuviese hecho según sus exigencias. De muy pequeños los acostumbró al monte y a la selva, exponiéndolos a menudo —midiendo siempre los riesgos— al peligro, para que fueran capaces de desenvolverse solos y de salir con bien de cualquier situación. Fue capaz de dejarlos solos en la jungla por la noche o de obligarlos a sentarse al borde de un alto acantilado con las piernas colgando en el vacío.
El varón y la niña, sin embargo, no se negaban a estas experiencias —que aterrorizaban y exasperaban a su madre— y las disfrutaban. La mujercita aprendió a criar animales silvestres y el niño a usar la escopeta, manejar una moto y navegar, solo, en una canoa.

Toda aquella conducta de Quiroga llevo a tener conflictos con su esposa la cual no se adaptaba a la selva y al comportamiento autoritario del escritor. Ana M aria decidió suicidarse con veneno dejando en la orfandad a sus menores hijos, y sumidos en la total depresion. y tomando la decisión de regresar al Argentina.

Horacio regresó a Misiones. Nuevamente enamorado, esta vez de la joven de 17 años Ana María Palacio, intentó convencer a los padres de que la dejasen ir a vivir con él a la selva. La negativa de éstos y el consiguiente fracaso amoroso inspiró el tema de su segunda novela, Pasado amor, publicada en 1929. En ella narra, como componentes autobiográficos de la trama, las mil estratagemas que debió practicar para conseguir acceso a la muchacha: arrojando mensajes por la ventana dentro de una rama ahuecada, enviándole cartas escritas en clave e intentando cavar un largo túnel hasta su habitación para secuestrarla. Finalmente, cansados ya del pretendiente, los padres de la joven la llevaron lejos y Quiroga se vio obligado a renunciar a su amor